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En el intenso monólogo final de la película ‘Blade Runner’ (Ridley Scott, 1982), el replicante Roy Batty acaba su argumentario con una frase ya icónica: “Todos esos recuerdos se perderán como lágrimas en la lluvia”.

La película está basada en el libro ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Philip K. Dick, 1968). La acción transcurre en una visión distópica de Los Ángeles, en la que los protagonistas son los replicantes, humanos artificiales fabricados por bioingeniería que podían aprender y dar respuestas en función de ese aprendizaje. La inteligencia artificial (IA) es la disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el autoaprendizaje o el razonamiento lógico.

“La medicina es la ciencia de la incertidumbre y el arte de la probabilidad” (W. Osler, 1849-1919). Desde entonces, son miles los avances en el mundo sanitario que han surgido para minimizar la incertidumbre y mejorar las probabilidades de éxito. La medicina es un mundo cada vez mas tecnológico, y si no, fíjense en este provocador titular en la revista JAMA publicado en 2018, que decía así: “Inspección, palpación, percusión, auscultación y ultrasonidos”, aludiendo a que la exploración a un paciente ya no podía realizarse sin la ecografía a pie de cama.

Son constantes las noticias en los medios de comunicación y en las revistas médicas especializadas sobre la aplicación de la inteligencia artificial en el campo de la medicina. Así, en el último número del New England Journal Medicine nos hablan de la aplicación de la IA en las enfermedades infecciosas, desde prevención, sistemas de vigilancia y alarmas pandémicas, hasta la interpretación de la sensibilidad de las bacterias a los antibióticos. Por otro lado, la robótica forma ya parte de la cirugía en el día a día de los quirófanos de todo el mundo. ¿Y qué decir del revolucionario Chat GPT-4?, un modelo de lenguaje que permite realizar tareas relacionadas con el lenguaje natural de manera precisa y coherente.

Parece lógico que la implicación de la inteligencia artificial va a ser diferente en cada especialidad médica. Hay un artículo muy bonito publicado en Gaceta de México que habla de esto. En una tabla de 2×2, clasifica las especialidades médicas y la intervención de la IA en función de una serie de parámetros: bases de datos, interacción con el paciente, acontecimientos repetitivos o bien espontáneos en los que cada día pasa algo diferente. De esta manera, sería muy aplicable la IA en el campo de la radiología o la dermatología (donde hay muchos patrones repetidos e imágenes), y menos en el campo de la atención primaria o en las especialidades médicas en las que el grado de interacción con el paciente sea muy elevado.

Hace unas dos semanas, Pedro ingresó por un cuadro infeccioso. Todo iba muy bien, pero fue necesario prolongar el tratamiento antibiótico y que se quedara en el hospital algún día más de lo que habíamos previsto inicialmente. Cuando le comuniqué esta decisión, Pedro comenzó a llorar, un llanto silencioso, sin gemidos, con unas lágrimas como puños que recorrían sus mejillas. Fue un momento de intimidad, un momento duro e intenso, un ejemplo de humanidad en la relación médico-paciente. Interpreté sus lágrimas como las de un ganadero preocupado por sus animales, a los que no podría cuidar de momento. ¿Sabría una IA interpretar lo que le estaba pasando a Pedro? Más aún, ¿podría tener la sensibilidad para gestionar ese momento? Con el conocimiento que tenemos ahora, probablemente no, pero está claro que el médico tendrá que aceptar la presencia cada vez más importante de la inteligencia artificial en su quehacer diario, y si la IA puede realizar otras tareas (informes médicos, petición de pruebas, seleccionar el mejor antibiótico, preparar sesiones clínicas, hacer un diagnóstico diferencial más rápido…), entonces el médico tendrá más tiempo para dedicar al paciente.

Gloria Alonso

Publicado en Salud a Diario

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