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En una clínica privada de Andalucía, un grupo de trabajadoras, enfermeras y auxiliares, han protagonizado una protesta porque tienen que trabajar con falda corta y escote. Un uniforme que recuerda la España que se retrataba en las películas de Alfredo Landa, con aquella mujer entre criada y prostituta que estaba en el imaginario más o menos subconsciente de algunos hombres de este país. El disfraz de enfermera con minifalda le iba bien. Supongo que también llevarán en la clínica andaluza aquella cofia que lejos de tener alguna utilidad higienista, simplemente, colocaba a cada uno en «su lugar».
Por increíble que parezca, unas mujeres se han visto obligadas a día de hoy a defender su dignidad por cuestiones de vestuario. Son mujeres preparadas para desempeñar un trabajo que requiere una titulación, conocimientos técnicos, humanidad, bastante estómago y aguante tanto físico como emocional, cuyo desempeño requiere además cercanía física, porque trabajan con personas que necesitan ayuda para la movilización de su cuerpo o el aseo personal, o para la aplicación de innumerables técnicas.
La empresa en cuestión, valora que sus enfermeras y auxiliares lleven una cierta vestimenta, considera que el uniforme de las mujeres trabajadoras de algunos estamentos es un elemento de márketing empresarial. El vestuario no se piensa en función de las tareas a realizar, de la comodidad y funcionalidad, ni por supuesto, del respeto a la trabajadora, sino en función del cliente.
¿Los/las pacientes prefieren que la enfermera vaya vestida de una manera supuestamente seductora? ¿Los pacientes de esta clínica piensan así? Si yo fuera ellos, también iniciaría una protesta por suponerlos tan estúpidos. Estas cosas no suceden en los servicios sanitarios públicos pero, mira por dónde, la clínica en cuestión está concertada, es decir, la pagamos entre todos, pero no controlamos lo que ocurre en ella. Es lo que pasa.
Concha Ledesma. El Adelanto 5 Abril 2008
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