Asociación para la defensa de la sanidad pública

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En todos los órdenes de la relación humana es una constante: los responsables de que las cosas no vayan bien siempre son los demás. En consonancia con esto, los problemas ya los arreglarán otros.

Y en sanidad no puede ser diferente. Los análisis, si es que se hacen con algún rigor, generalmente cargan la responsabilidad del mal estado de la cuestión en otros. La deuda nunca es nuestra.

Quienes se preocupan, o nos preocupamos, de analizar el por qué de la situación, en este caso, de la sanidad pública, y quienes realizan algún tipo de labor para intentar modificar esa realidad, son elementos dinámicos, hacen algo. Con mayor o menor acierto, con éxito o predicando en el desierto, al menos intentan forzar el cambio de una realidad que se considera inadecuada, injusta o, cuando menos, mejorable.

La paradoja surge cuando un amplio sector de la población está descontento con algo, con la sanidad pública o con algunos aspectos de la misma, por ejemplo, cuando se es ampliamente consciente en la sociedad de que las cosas no van bien y, sin embargo, ese océano de personas no hace nada, no actúan, no adoptan ninguna medida para corregir esa situación que se considera negativa, aunque sufra sus efectos adversos.

Y ese es el retrato sociológico de nuestro entorno en lo referente a la sanidad pública. Bueno, tristemente, referido a muchas más realidades, pero aquí hablamos de sanidad.

La población –esa referencia al todo inconcreto, pero que define la masa decisoria– está quejosa de la sanidad, pero se resigna. No protesta. No articula su queja. No participa en los cauces que se le ofrecen o no fuerza la creación de vías alternativas.

Este mismo conformismo cabe achacar a los profesionales.

Esto es lo que propiamente se puede definir como «conservadurismo». Me quejo de la situación, pero no hago nada por cambiarla.

Así, asistimos a una conducta muy extendida: mientras las cosas no van bien, yo, sentadito en mi sillón, lo comento, me quejo en mi casa, ¡¡ya se arreglarán!!

En resumen, y como decían Celtas Cortos, «Tranquilo majete en tu sillón», no te preocupes, que las cosas cambiarán solas. Pura ironía, claro.

Pura ironía, pura contradicción, y los poderes fácticos tan satisfechos con esta ciudadanía tan «responsable».

Miguel González Hierro

Publicado en Salud a Diario

 

 

 

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