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Cansado, Señor, de ser profeta / Donde apenas se te escucha. / 
Cansado de la pobreza / Cansado de tanta lucha

En el año 1975, cuando se inauguró el Clínico de Salamanca, yo comenzaba mi carrera de Medicina. El nuevo hospital supuso un cambio radical en los servicios sanitarios de la ciudad. El antiguo Hospital Provincial, que hacía las veces de «hospital clínico», era un edificio anticuado, pequeño, con habitaciones corridas, de camas múltiples, propias de un hospital del siglo XIX.

La masificación de las aulas en Medicina (sólo en mi año se matricularon 600 alumnos nuevos) hacía inservibles las diminutas aulas del hospital,donde se impartían las clases de las asignaturas clínicas, que apenas daban cabida al 10% del alumnado. Por ello, la necesidad de construir un aulario, enfrente del nuevo hospital, para poder desarrollar la docencia de los tres últimos cursos de la carrera, mientras se construía la nueva Facultad de Medicina.

El nuevo hospital, en ese momento sobredotado de camas para las necesidades de la ciudad, daba una imagen de modernidad. El personal era en su mayoría joven, con edades entre los 30 y 50 años. Esto era una ventaja, en principio, pues impulsó el desarrollo de especialidades y servicios, como Hematología, Cardiología, Nefrología, Oncología, Hemodiálisis, la unidad coronaria, la unidad de hemodiálisis, de trasplantes renales, de médula ósea, etc.

En esos años también ocurrió la unificación de los dos hospitales, el Virgen de la Vega y el Clínico. La unificación de los servicios que estaban duplicados trajo bastantes problemas, ocasionando conflictos entre los profesionales. Con el paso del tiempo, esto último se fue solucionando. Sin embargo, un aire de decadencia fue invadiendo el hospital, empeorando el funcionamiento de varios servicios. Una de las causas del deterioro tuvo que ver con el envejecimiento del personal, sin que se hiciera un recambio generacional gradual, y la renovación de las jefaturas de servicio, en muchos casos, por antigüedad, no por méritos, desaprovechando la oportunidad de que la llegada de savia nueva inyectara nuevas ilusiones y proyectos.

Ahora nos volvemos a encontrar con una nueva oportunidad, un nuevo edificio está en marcha; como todo lo nuevo, nos llena de ganas de renovación y de cambio. Me gustaría que ese espíritu nos inunde y nos haga sentir las ganas de mejorar, de progresar, de conseguir para nuestra ciudad unos servicios sanitarios que satisfagan las necesidades de la población, que nos haga sentir orgullo por el trabajo bien hecho. Esto no se consigue sólo con un edificio nuevo, sino con el esfuerzo y el trabajo de todos. Ya se sabe, el hábito no hace al monje.

La atención primaria, en el mismo periodo de tiempo, con muchas dificultades inicialmente, desarrolló una nueva forma de asistencia, que cambiaba radicalmente la que se venía realizando de forma tradicional. La creación de los centros de salud y las primeras promociones de médicos de familia, con más ilusión que medios, consiguieron transformar la asistencia que se venía realizando (dos horas y media de consulta masificada, sin trabajo en equipo… ). La creación de la especialidad de Medicina de Familia permitió que los médicos de atención primaria fueran personal formado para la realización de un trabajo específico, no sólo sobre el individuo, sino también en la colectividad. Esto situaba a la asistencia primaria al mismo nivel que al resto de especialidades, ofreciendo una calidad en la asistencia muy superior a la que se venía realizando hasta ahora.

En los próximos años, todos los médicos que trabajen en asistencia primaria serán especialistas formados por la vía MIR, debido a la próxima jubilación de gran parte de los actuales. La parte positiva de esta jubilación masiva es que, por fin, se terminará con la coexistencia de dos tipos de profesionales, unos formados por vía MIR y otros sin formación específica. El manejo inadecuado de esta dualidad fomentó la desunión de los médicos de atención primaria, y ha impedido que juntos lucháramos por nuestra especialidad y la mejora de la atención primaria.

Esta pérdida de profesionales supondrá un reto difícil, ya que no existe un recambio generacional suficiente, en parte porque, en los últimos años, no se ha cuidado y consolidado a los médicos de familia que se han ido formando en nuestra comunidad. Hemos perdido a muchos de ellos, porque han emigrado a otras comunidades o a otros países e incluso cambiado de especialidad, motivados por las malas condiciones de trabajo que se les ofertaba.

Que exijan unas condiciones laborales dignas, infraestructuras que permitan desarrollar su trabajo de forma adecuada. Eliminar los centros de salud masificados y sin espacios adecuados para trabajar, situación que se ha hecho más evidente durante la pandemia, donde ha hecho falta tirar de imaginación para conseguir circuitos covid seguros, pero que aún nos deja imágenes penosas, al ver colas de pacientes en las puertas de los centros de salud por no disponer de espacios adecuados y seguros en el interior. No estaría de más que se pensara en remodelar o renovar aquellos centros de salud que se crearon en su día con plantillas mucho más reducidas y se han ido estirando como el chicle hasta un punto ya insostenible. También hay que mejorar las condiciones de los médicos que trabajan en la zona rural, haciendo que sean plazas más apetecibles para los médicos jóvenes.

Me gustaría que con la renovación de las plantillas surja una nueva reforma de Atención Primaria, con mejor dotación de medios y plantillas adecuadas para poder cumplir su función y ser más resolutivos.

Tengo la esperanza de que las nuevas generaciones de médicos de familia vuelvan a sentir el orgullo de ser lo que son y, con ilusión y esfuerzo, den un nuevo impulso a la atención primaria.

Para mí este sería el «nuevo edificio» para atención primaria.

Luz María Martínez

Publicado en Salud a Diario

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