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Reformar la Formación Sanitaria Especializada. Reformar el conocido popularmente como Sistema MIR, pero donde se forman muchos otros tipos de especialistas, no solo Médicos.
Conocida es la expresión de “morir de éxito”. Algo de esto nos puede acabar ocurriendo con el sistema de formación de especialistas. Tanto repetir que es un sistema excelente, tanto reiterar que los especialistas formados son homologables a los de mejor nivel internacional, tanto recalcar que esta formación rigurosa es gran parte del éxito del SNS –y todo ello es bien cierto-; nos puede llevar a que el sistema se degrade por no mejorarlo. Recrearse en la autosatisfacción sin persistir en el análisis crítico tiene riesgos, muchos riesgos.
Abundando en lo dicho más arriba, y ya desde la teorización de las organizaciones, es sabido que toda organización que no se mejora, tiende a empeorar. Es una tautología, pero así funcionan las cosas. Por eso lograr el éxito no es suficiente; hay que mantenerlo.
Reflexionaba hace escasas fechas Aurelio Fuertes sobre las características que debe tener un médico de nuestro tiempo, del siglo XXI. Y reflexionaba certeramente en cuanto a los requisitos que apuntaba como necesarios para desempeñar adecuadamente hoy sus tareas: profesionalismo.
El sistema de formación de especialistas se sustenta en “aprender haciendo”; en aprender observando y siguiendo a los profesionales en su práctica diaria. Naturalmente que hay otros elementos trascendentes, pero esta es la filosofía esencial.
Y así el Residente aprende los conocimientos, habilidades y actitudes del profesional junto al que se forma, que le tutoriza y dirige. Fundamentalmente el residente absorbe, interioriza, lo que ve.
Es preciso introducir en este sistema –además de remodelar otros aspectos como la metodología formativa o la evaluación- junto a los conocimientos científico-técnicos, las vertientes formativas que se consideran necesarias para ser un profesional excelente en nuestro tiempo: trabajo en equipo, formación a lo largo de toda la vida, investigación traslacional, capacidad de relación, manejo eficiente de recursos y gestión de los mismos, bioética, información… y sobre todo, ante todo: derechos de los pacientes. Es quizás el elemento crítico de la formación: interiorizar la capacidad de autonomía del paciente; aceptar que el paciente es el auténtico dueño de su cuerpo, de su salud.
Y esto es ciertamente difícil si el entorno en que se forman los especialistas no asumen y practican este nuevo rumbo formativo.
Salamanca, 01 de noviembre de 2016
Miguel González Hierro
ASOCIACIÓN PARA LA DEFENSA DE LA SANIDAD PÚBLICA. Salamanca

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