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Mi primera impresión tras la creación de la figura de médico de área fue la de que teníamos delante otra de las numerosas medidas “provisionales” tan habituales en la consejería de sanidad de Castilla y León. Son necesarias las comillas cuando utilizamos términos polisémicos en una acepción que no es la habitual. Y las estamos necesitando con demasiada frecuencia en los últimos tiempos en que  la consejería toma medidas provisionales no como primer remedio cuando está buscando una solución mejor, quizá definitiva, a un problema sino cuando renuncia a abordar ese problema. Medora Offlineo el visado electrónico de rectas son ejemplos recientes de medidas “provisionales” que siguen y seguirán para los restos en su original “provisionalidad”.

La figura del médico de área es seguramente la más peligrosa y la más dañina de las medidas “Provisionales” de la consejería, porque su envergadura es descomunal en relación a los otros ejemplos que he citado y porque además ha evolucionado empujando su “provisionalidad” hacia posiciones que amenazan ser mucho más estables. Provisional y estable son términos antagónicos. Pero la provisionalidad de que vengo hablando, la que merece unas perennes comillas de castigo no está hecha para durar poco tiempo sino para ocultar intenciones. En el caso especial de los médicos de área parece que las intenciones se van manifestando y que empezamos por fin a vislumbrar la oscuridad al final del túnel. Busquemos en lo oscuro.

Cuando se quiere destruir un modelo de sistema consensuado, estable y bien valorado por la población más vale armarse de todas las comillas que se puedan reunir, porque será necesario esconderse detrás de ellas para ir minando cimientos. No sería yo capaz de enunciar con una mínima claridad los cimientos de nuestro sistema sanitario pero a nadie se nos escapa que la figura de los equipos de atención primaria, el ejercicio del liderazgo profesional  y un modelo robusto de selección de personal son algunas de las zapatas en que se apoya nuestro actual  sistema de salud y en particular la atención primaria.

Así que vamos a ir haciendo dianas: con el médico de área se ha credo una figura externa a los equipos de atención primaria (quizá podamos decir que ya se ha empezado a construir una alternativa para éstos) ajena por tanto a las posibilidades de liderazgo que el trabajo en equipo permite, y poco a poco se la va dotando de una peculiar plasticidad: el trabajo de médico de área puede tener sus ventajas para algunos, pero no parece que se haya concebido para complacer las ambiciones ni profesionales ni económicas de nadie sino para crear una peculiarcanterade la que se pueda ir trasvasando personal al primer equipo, es decir, para suplantar el actual sistema de selección de personal: hagamos ingresar a nuestros nuevos médicos de atención primaria en una clase presbiterial, de perfil profesional alejado del que corresponde al médico de atención primaria, poco deseable de entrada, pero de la que un día serán rescatados por alguno de los nuevos mecanismos de selección (adversa). Inicialmente por el clásico mecanismo del “venid benditos de mi padre a poseer [la plaza de equipo] que os tengo preparada”, es decir, la comisión de servicios de toda la vida que sigue regando de sombra el panorama. Poco nuevo que decir de ella. Siempre habrá quien prefiera (o no tenga otro remedio que) promocionar debiendo un favor. Las gerencias, encantadas.

En estos días estamos asistiendo al parto  del otro gran brazo de selección adversa en forma de concurso permanente de traslado. Parece que se fuera a dar solución “provisional” a una carencia largamente denunciada. Pero me temo que con las posibilidades reales que actualmente tiene la consejería de describir con un mínimo de acierto la competencia profesional de su plantilla el sistema de concurso que se nos presenta vendrá, si nadie lo remedia, a consagrar de factola antigüedad como el otro gran fluido vital del sistema. Ya tenemos la fórmula: los más antiguos y los benditos de mi padre dejarán de ser presbíteros a la velocidad que los gestores crean conveniente. Mientras tanto tendremos personal que remedie el desastre de mantener un sistema de provisión de servicios que no se ha adaptado ni a la realidad de la despoblación ni a las nuevas demandas de sus usuarios.

Toda nuestra comunidad se está despoblando (excepto, por cierto, las estructuras de gestión). El mantenimiento de los servicios en tal paisaje no puede ser una especie de reducción a escala en la que  al final haya los mismos elementos que había antes, todos ellos más pequeñitos. El proceso es mucho más complejo y exige una perspectiva global, una voluntad clara, un modelo sólido y planificación creativa y documentada. En cuanto a la definición de los fines y los medios del sistema de salud la administración ha abandonado por completo su responsabilidad en la generación de discurso. Como sistema sanitario no tenemos opinión propia  respecto a las nuevas exigencias en torno a la salud. El grueso de ese discurso tiene cariz publicitario y procede de un sistema comercial en expansión que campa por sus respetos y abre mercados sin más resistencia que la preocupación temerosa de ver de dónde vamos a recortar para poder pagar todo esto.

He aquí pues la respuesta “provisional” de la consejería: el médico de área y un monstruo de dos brazos que se ocupará de repoblar las plantillas de atención primaria. Este nuevo engendro parece olvidar dos amargas realidades: una es que el acceso a un puesto de trabajo a través de esa especie de meritoriage de salario (o mas bien de grado de exploración) variable resulta poco atractivo tanto para los nuevos postgraduados como para los que ya han emigrado, así que es posible que los nuevos postgraduados continúen emigrando. Al menos quienes puedan elegir (entre ellos, los mejores). La otra es que cuando se degrada el contenido profesional de un puesto de trabajo quien lo ocupa no sólo se acostumbra a otra manerade hacer las cosas sino que olvida, a veces de forma irreversible, en qué consiste y cómo se realiza la práctica excelente y ve lesionada su autoestima a veces con tal intensidad que corre riesgo de perderle el respeto a su trabajo. Quizá también para siempre.

A muchos de nosotros no nos gusta nada este mecanismo pero es evidente que a la consejería sí. Y creo que esta discrepancia no deriva de cuestiones puramente organizativas sino de que quienes tenemos por objetivo mejorar nuestro actual dispositivo de atención primaria de salud para conservarlo puesto que se basa en un consenso amplio y ha probado suficientemente su viabilidad y su eficacia, no sabemos cuáles son las intenciones reales de la consejería porque no las declara: mantiene tímidamente ese discurso fundacional que nos suena tan bien a todos pero dicta continuamente políticas en contra, políticas dirigidas a otro rumbo que intuimos pero queremos oír de su boca. Porque se nos están terminando la paciencia y las comillas.

Fernando Sanz

 

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