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¿Qué nos parecería si los cardiólogos –por ejemplo- se nombrasen eligiéndolos entre personas, sin haber cursado la especialidad, con una formación general más o menos amplia, con la confianza de algún jefe de la organización, sin tener responsabilidad sobre sus actos profesionales, y estando vinculada su fidelidad más a sus superiores que los designaron, que a la organización para la que trabajan?
¿Aceptaría la sociedad actual este planteamiento? Naturalmente que no.
Pues esto, básicamente, es lo que ocurre, y lo que aceptamos como sociedad, con los directivos de las instituciones sanitarias.
Se viene poniendo al frente de centros e instituciones de la sanidad pública a personas, en gran medida sin formación específica, que aprenden el oficio sobre la marcha, es decir aprenden a costa de las instituciones públicas, sin tener excesiva responsabilidad sobre sus errores o incumplimientos, obligados y fieles a los superiores que los designan y mantienen en los puestos. Todo ello condiciona indefectiblemente la gestión de los centros.
Claro que hay algunos profesionales de valía, pero eso no elimina la falta de rigor del sistema.
¿Cómo es posible que con el nivel de especialización exigido actualmente para cualquier puesto, no se exija especialización para gestionar cientos de millones de euros públicos en centros sanitarios de alta complejidad? ¿Cómo es posible que se exija muchísimo mayor rigor formativo a los facultativos que a aquellos que los dirigen?.
Profesionalizar la gestión sanitaria, no es la panacea para que la sanidad pública mejore su eficiencia, pero sería una condición indispensable. Profesionalizar no es garantizar la subsistencia ad eternun de los directivos que ocupen plaza, sino diseñar un sistema acreditado de formación de gestores, seleccionarlos según mérito y capacidad, exigir responsabilidades en los resultados y lealtad a la organización, garantizar su independencia de las autoridades políticas y definir una carrera laboral específica y estable.
La independencia y la profesionalidad son las bases de la eficiencia.
Miguel González Hierro ( ADSP) Salamanca, 28 de agosto de 2014
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