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El Gobierno prepara la norma para que el personal de enfermería pueda indicar y recetar fármacos y productos sanitarios. El Colegio de Médicos trata de impedirlo desde el punto de vista de que supone una invasión de su terreno.
En la Atención Primaria, el medicamento es, posiblemente, la tecnología más importante con que se cuenta en consulta. Requiere  conocimiento del fármaco y del paciente, de sus características individuales  y de todas sus patologías. Los medicamentos provocan muchos efectos indeseables, algunos de los cuales son causados por errores en su indicación o administración. El profesional que maneje esta tecnología debe tener una formación adecuada en farmacología, tener acceso a información completa sobre la situación sanitaria del paciente y formación suficiente para interpretarla en toda su complejidad.
Además, lleva aparejado aceptar  la responsabilidad total sobre la decisión tomada. Si se cumplen esas condiciones no hay razón para que el personal de enfermería no pueda prescribir fármacos. Otra cuestión es la prescripción de productos sanitarios que enfermería utiliza dentro de sus competencias como por ejemplo, el cuidado de las úlceras por presión. Es lógico que sea el profesional de enfermería y no el médico, como ocurre ahora, el que decida el producto a usar, asumiendo también la responsabilidad del  gasto y de los resultados.
La presión del Colegio de Enfermería en este tema me recuerda el empeño que tenían muchos médicos de Familia en asumir el control de tecnologías como, por ejemplo,  la ecografía en el embarazo, que, evidentemente, pueden ser aprendidas y usadas en la Atención Primaria pero que nunca tendrán la misma frecuencia de uso, ni, por tanto, serán manejadas con la misma experiencia que en el ámbito de la atención especializada.
Ambas cosas son un intento de aumentar el poder de un colectivo y no conlleva hacer mejor las muchísimas tareas que cada uno tiene encomendadas.

 

Concha Ledesma.

Pubicado en «El Adelanto», 12 Enero 2008

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