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La medicina se ha ocupado siempre de combatir la muerte pero muy poco de la muerte misma considerada como algo inevitable.
En muchas ocasiones se puede predecir la muerte, como en las personas con un cáncer terminal o enfermedades crónicas en fases muy avanzadas. Entonces la medicina ya no puede curar pero sí puede aliviar el sufrimiento. Parece que los enfermos temen más el proceso o camino hacia la muerte que el hecho mismo de la muerte, y este camino dos de cada tres pacientes preferirían realizarlo en su casa rodeado de sus seres queridos. Según algunas investigaciones esto es lo que más ayudaría a los pacientes a morir en paz.
El médico de familia, que durante muchos años se ha ocupado de su salud, no debería renunciar a atender al enfermo en la antesala de la muerte, justo cuando más lo necesita. La masificación, la falta de tiempo, hacen que esto ocurra en demasiadas ocasiones. Unos cuidados paliativos coordinados por el médico de cabecera, apoyado por unidades especializadas en los casos más complicados o que precisen determinadas técnicas, ayudarían al paciente a morir dignamente en su domicilio acompañado de sus seres queridos. Para cuando esto no sea posible, todos los hospitales deberían contar con unidades de paliativos, donde los últimos días transcurran con dignidad y con el mínimo sufrimiento, pues como dice Ramón Bayés, «la muerte no es un fracaso, pero sí lo es la prolongación innecesaria del sufrimiento».

José Luis Garavís.

Publicado en «El Adelanto», 21 Mayo 2005

 

 

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