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Afrontar problemas reiterados cuya solución no depende de uno mismo conduce a dos posibilidades: pasar del problema o que se convierta en una obsesión. Esto es lo que está sucediendo con los médicos y la historia clínica electrónica en Castilla y León. Es tal el cúmulo de contrariedades que su utilización produce que muchos compañeros han decidido “pasar” directamente de la historia electrónica actual y continuar escribiendo en la tradicional historia de papel. Para otros, por el contrario, la susodicha historia electrónica se ha convertido en una obsesión debido a que entendemos que es absolutamente necesaria para la sostenibilidad del sistema y cada día, con la mejor voluntad, abrimos el programa correspondiente y ante los innumerables fallos que presenta, después de realizar diversos intentos y acumular enfado, cabreo, frustración y sobre todo pérdida de tiempo, volvemos a la historia de papel como han hecho los que de antemano pasan de Jimena.

Viene esto a cuento de que preparada esta columna hace ya unos días, el tema elegido había sido la historia electrónica, para recordar que hace años venimos reclamando una solución eficiente al problema, sin haber obtenido ninguna respuesta, pero me encuentro con el hecho de que en un medio digital local un compañero de atención primaria ha publicado un artículo sobre la historia electrónica “clavado” al que yo tenía escrito, de hecho suscribo sus comentarios en el ciento por ciento. ¿Estamos obsesionados?, ¿no sabemos escribir de otra cosa? Me temo que no, me temo que somos mucho más conscientes que la administración sanitaria del retraso informático que arrastramos todos y cada uno de los días.

Los fallos de Medora y Jimena están generando un amplio rechazo por parte de los médicos de los dos niveles asistenciales, especialmente al comprobar que no sirve de nada hacer llegar “por la vía reglamentaria” a los responsables de la toma de decisiones que, se puede presuponer que están en algún despacho, muy alejados de la clínica diaria y, por tanto, de conocer y sufrir cada día los inconvenientes que la persistencia contumaz en el error genera: se siguen desarrollando instrumentos que en opinión de los profesionales ya han demostrado que no son útiles, en vez de optar por adquirir una historia electrónica integrada que ya haya demostrado en otras CC.AA. que funciona correctamente.

Esta situación se completa con algún que otro signo de un retraso informático llamativo como la carencia de la prescripción electrónica en el propio hospital y no disponer de la receta electrónica para los pacientes que acuden a las consultas. Poner en marcha ambos sistemas exige recursos que, obviamente cuestan dinero, pero aumentan considerablemente la seguridad del paciente la eficiencia del sistema. No disponer de receta electrónica y tener que hacer las recetas a mano, con bolígrafo, significa también que en atención especializada se rellenan muchas menos recetas de las que se debería y se remite al paciente a atención primaria para que sea allí donde se extienda la correspondiente receta, sobrecargando el primer nivel asistencial de forma innecesaria.

Me preguntaba hace un año y me pregunto ahora ¿por qué no se han contratado los servicios informáticos con aquellas empresas que los han instalado en otros servicios de salud de otras CC.AA. en los que funcionan muy bien? Lo cierto es que la situación resulta difícil de entender, al menos desde una perspectiva posiblemente limitada como es la de un clínico, apegado al día a día (que es por donde discurre la vida real). La informatización integral de la asistencia sanitaria es imprescindible para garantizar la calidad, seguridad y sostenibilidad del sistema sanitario, precisamente porque es eficiente.

 

Miguel Barrueco Ferrero 

Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública

Publicado en salud a Diario

 

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