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 Lo decía Rosendo, roquero impenitente, en aquél temazo del grupo Leño, Maneras de vivir. Menos poético, lo llamamos estilo de vida.

El factor esencial que condiciona la salud, es el tipo de vida que llevamos, el estilo de vida: nuestras costumbres, el ejercicio que hacemos, como nos alimentamos, las adicciones, la forma de relación emocional, las preocupaciones y valores que rigen nuestra conducta, los modos sociales que nos llevan a seguir rutinas colectivas…

El 50 % del estado de salud  depende de la forma de vivir más o menos saludable.

Ahora bien, y está es la gran contradicción, los estilos de vida generalmente varían con la evolución de las sociedades. De forma que las sociedades avanzadas suelen conducir a estilos de vida no muy saludables: abuso de la técnica, sedentarismo, ocio vinculado a la tecnología, desequilibrios alimentarios, modelos y referentes estéticos extremos por exceso o por defecto, modos de vida y relación estresantes, agresividad …

Este desarrollo paradójico, ha mejorado las condiciones de vida y eliminado enfermedades que históricamente azotaron a la humanidad, pero ha conllevado la aparición de otras patologías mucho más complejas, a veces de difícil o ineficaz abordaje: incremento de patología cancerosa y degenerativa, explosión de los males psíquicos y del alma, adicciones tóxicas y sociales, sociopatías y un largo etcétera.

Las sociedades no han evolucionado atendiendo las necesidades intelectuales y, porque no, espirituales, de la humanidad, sino fundamentalmente a las técnicas y económicas. Así acabamos encontrando estas paradojas. Para su solución, los Estados recurren a su instrumento favorito: regular, prohibir, normativizar.  Puede que esto en ocasiones sea aceptable como mal menor, un desesperado intento de los poderes públicos de ir contra la corriente del desarrollo insano, pero habría que plantearse hasta donde es factible esta regulación sin cambiar los modos de desarrollo social, y hasta donde es admisible la regulación por el  Estado de la vida de las personas.

         Miguel González Hierro El Adelanto  26 Febrero 2011

                  

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