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Desde Hipócrates, se ha mantenido el vocabulario médico de forma que para los demás resulta una jerga indescifrable, también se mantiene la ética médica clásica según la cual, el médico conoce el arte (téchne) y el enfermo (in-firmus =no firme) solo puede obedecer. Esta actitud paternalista del médico que no proporciona información e impone sutilmente sus decisiones sigue dándose hoy. Durante todo el siglo XX los ciudadanos han ido arañando derechos caso a caso por vía judicial y por ella se llegó al concepto de «consentimiento informado» y a la vez a una judicialización de la medicina. Los médicos, toleran mal la permanente puesta en cuestión de su buen hacer y reaccionan practicando una medicina defensiva que no beneficia a ninguna de las partes.

Algunos médicos, en cambio, han comprendido que ha llegado la hora compartir el poder de decisión con el enfermo y que éste tiene derecho a decidir sobre su cuerpo y su vida. Esto exige más tiempo, más explicaciones y un trato de igual a igual. El desarrollo de la bioética va en este sentido. Remito al bello y elocuente texto de una conferencia dada por D. Pablo Simón Lorda.

Concha ledesma. El Adelanto 13 Marzo 1999

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