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El ejercicio de la medicina en cuanto tal y las condiciones profesionales de los médicos se han deteriorado considerablemente en los últimos años y, aunque la pandemia ha contribuido notablemente a ello, el problema viene de mucho antes.

Estar aún en activo y llevar cuarenta y seis años de ejercicio dan cierta perspectiva del problema.

La principal responsable de este deterioro del ejercicio de la medicina es la administración sanitaria, políticos y gestores, de TODAS las administraciones sanitarias, que han practicado y siguen practicando recortes presupuestarios hasta límites desconocidos, recortes que han deteriorado la calidad asistencial y las condiciones de ejercicio de todos los profesionales en general y de los médicos en particular.

Esto ha sido así porque la sociedad y los propios profesionales lo hemos permitido. Todos somos responsables por no haber sabido responder al reto. En muchas ocasiones he reflexionado públicamente sobre la asistencia sanitaria, la administración y la ciudadanía. Hoy trato de reflexionar sobre los profesionales.

1º.- Los médicos nunca hemos estado unidos, y la administración ha aprovechado las divisiones, de tal forma que podemos asegurar que la nómina y los horarios de cada médico son diferentes. Durante muchos años, el salario oficial se completaba con guardias, horas extras, peonadas, etc.; cada uno, individualmente, trataba de complementar su sueldo por alguno de estos procedimientos y, en los últimos años, cada vez más compatibilizando el ejercicio público y el privado. Estas malas condiciones de trabajo han provocado la desafección de los médicos.

2º.- No hemos asumido el cambio desde un ejercicio profesional liberal a un ejercicio asalariado y no nos hemos adaptado a los mecanismos de defensa de los trabajadores en el marco laboral y, por ello, los sindicatos nunca han tenido gran penetración entre los médicos. Nunca nos hemos sentido representados y tampoco hemos percibido que fueran una herramienta útil para defender nuestros intereses, y esto afecta tanto al ejercicio en el sistema sanitario público como en el ejercicio privado a través de las mutuas, que no son menos explotadoras.

3º.- Entre los médicos ideológicamente de izquierda, defensores de la sanidad pública, siempre se ha mirado con recelo a los sindicatos médicos, etiquetándolos de corporativos y, en ocasiones, se ha considerado que defendían intereses profesionales que perjudicaban al sistema sanitario público. Esta contradicción se ha vivido como un desgarro ideológico e incluso personal.

4º.- Los denominados sindicatos de clase no han sabido ni querido defender los intereses de los médicos, y han desarrollado una práctica sindical demagógica para crecer entre el personal sanitario no médico, práctica basada en enfrentar los intereses de los médicos a los del resto de trabajadores sanitarios. Por ello, los médicos nunca se han sentido representados por estos sindicatos.

5º.- La gran mayoría de médicos no ha sentido que ni unos ni otros les representen (el número de afiliados es escaso) y, por ello, en situaciones de conflicto han surgido plataformas independientes que, una vez alcanzadas (o no) las reivindicaciones que dieron lugar a la creación de la plataforma, se han disuelto. Esta situación explica la gran debilidad sindical a lo largo del tiempo.


6º.- A partir de estas premisas, hemos llegado a una situación insostenible para el sistema sanitario y para los propios profesionales, donde la administración ha llevado hasta el extremo la explotación laboral, precarizando las plantillas, aplicando jornadas y horarios incompatibles con la vida normal de cualquier persona, manteniendo salarios indignos y todo tipo de prácticas de ingeniería laboral explotadora y, hasta la fecha, lo ha hecho sin reacción de un colectivo desmoralizado y desorganizado.

El próximo día 9 se ha convocado en Madrid una huelga contra la precariedad en el empleo y la salida que pretende dar la Comunidad de Madrid a profesionales que llevan hasta 15 años en un puesto de trabajo precario. El problema de fondo es la política de la Comunidad de Madrid, donde las prácticas de gobierno sanitario se han llevado hasta extremos sangrantes, pero el malestar es generalizado y afecta también al resto de comunidades. Las redes sociales hierven al respecto, por lo que, más pronto que tarde, va a estallar un conflicto generalizado. A los médicos aún nos cuesta plantear huelgas, pero a medida que la situación profesional se hace más insostenible el enfrentamiento va a ser inevitable.

Hay que repetir lo obvio: no faltan médicos, se les expulsa del sistema sanitario y de España. La mala planificación sanitaria responde a la práctica política de administraciones sanitarias incompetentes para resolver un problema que han creado y que ahora pretenden enmascarar con mentiras, afirmando que no hay médicos, cuando se les obliga a buscar otras salidas, como la emigración o el ejercicio privado, ante el desalentador panorama que se les ofrece.

Es fundamental detener el deterioro profesional, atendiendo las justas reivindicaciones, porque el descontento profesional produce desafección y deterioro del sistema sanitario público. Para ello, es preciso consolidar la unión entre los profesionales que apenas se vislumbra y es preciso cambiar la dinámica sindical que se arrastra desde hace años; pero ante unas administraciones enrocadas, y para defender el sistema sanitario público, es preciso también llegar a una confluencia de profesionales y ciudadanos para poner a la administración sanitaria ante el espejo de su incompetencia y forzar un cambio que es indispensable. Las mareas blancas ciudadanas y las reivindicaciones de los profesionales pueden y deben caminar en la misma dirección. La sanidad pública no se vende, la sanidad pública se defiende.

Miguel Barrueco.

 

 

 
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