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Preocupado, a menudo pensaba yo en el envejecimiento de la población y en la ausencia de un proyecto que afrontase el problema en la sociedad española… Y llegó la pandemia del coronavirus. En las residencias de ancianos causó una gran mortalidad directa y un enorme daño indirecto provocado por el aislamiento de los residentes.

¿Qué sucedió?… Analizar las causas y plantear un proyecto para el futuro son ahora ideas redundantes para mí y para otros muchos profesionales y de servicios sociales.

Le daba yo vueltas a todo ello mientras conducía, despacio, por la preciosa carretera que me trae de regreso a casa desde un pueblo pequeño del sur de la provincia de Salamanca. Allí viven ahora no más de 14 personas, la mayoría octogenarios. Este año, el de la pandemia, hay más gente que nunca a estas alturas del otoño, casi invierno.

Hablé esta mañana con un vecino, Juan. Me ha contado que se van a quedar en el pueblo, que están más tranquilos, tienen pocas cosas que hacer, pero él se entretiene olivando las encinas, sin subirse a ellas, me recalca para que no le riña. Y además, cada mañana entre semana, dice, pasa Kiko a preguntarnos cómo estamos… Que si necesitamos algo… Que si tenemos que ir al centro de salud él nos lleva… Y nos ayuda en otras muchas asuntos cotidianos.

Kiko es un empleado municipal que tiene como objetivo prioritario encargarse del bienestar de los vecinos y, en particular, de los más mayores. Y lo hace bien. Pone todo su empeño en la tarea.

Juan estaba preocupado cuando hablé con él, porque había cambiado su adscripción a la médica de Familia del pueblo y le parecía que era desleal conmigo, su médico de la capital. Ella les ofrecía mucha confianza, y el centro de salud necesitaba aumentar los pacientes para ajustar los recursos… Yo le expliqué que no sólo me parecía una buena idea, sino algo necesario.

Y conduciendo entre encinas, venía pensando yo en estas iniciativas y servicios públicos que ayudan a mantener población. Los mayores se quedan en el pueblo al sentirse protegidos y sus hijos, al saberlos tranquilos, les apoyan. Se crea un puesto de trabajo. Incluso más de uno podría crearse si se adaptasen y mantuviesen los cuidados a otros ancianos más dependientes. Todo en su entorno vital conocido y querido. Este modelo, frente al exclusivo de las residencias.

Y no olvidemos la importante tarea de los vendedores ambulantes que, en su quehacer de cada día, surten a los vecinos de los productos necesarios. Sin ellos tampoco habría nada que hacer… Recuerdo un programa de televisión que presentaba a unos jóvenes sorianos cuyo trabajo consistía en la venta y servicio a domicilio de los pedidos que hacían los ancianos desde los pueblos o sus hijos desde la ciudad. Un perfecto medio de comunicación y atención entre vecinos, padres e hijos. Una verdadera alarma de seguridad. Brillante idea.

Pero llego a la ciudad y me adentro en ella por una de sus vías más grandes y transitadas. Las terrazas de los bares atestadas de gente. Jóvenes, en su mayoría. Muchos de ellos sin mascarilla, sentados en torno a una mesa pequeña. La distancia de seguridad no se respeta. Se han abierto los centros comerciales… y me enfado, y me entristezco, y pienso en las previsiones sobre la extensión de la infección por coronavirus para mediados de enero de 2021.

Si no somos responsables todos y cada uno de los ciudadanos, nos encontraremos con una situación límite, y eso quiere decir muchos enfermos. Entre ellos, el 4,3% morirá y el 10% ingresará muy grave en el hospital (INE). Es posible que las UCI no den abasto… Y llegar a ese nivel ya es el fracaso.

Sólo hay un camino. Evitar enfermar. Estar alerta. Vigilantes. Autoconfinarse desde hoy mismo para esquivar el contagio y la transmisión en las próximas fiestas navideñas. Eludir o disminuir, al menos, las relaciones fuera de nuestro ámbito familiar o más estrecho. Mascarilla, mucha ventilación, mucha higiene, actividad al aire libre… En ningún caso mantener la tradicional costumbre navideña de quedar con un grupo de amigos tras otro para terminar comiendo o cenando con padres y abuelos, y quién sabe… si llevarles la enfermedad.

¡Ojalá en 2021 podamos celebrar todas las fiestas pendientes! Todos lo estamos deseando. Pero ahora es momento de cuidarse, por nosotros y por la comunidad.

Emilio Ramos

Publicado en Salud a Diario

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