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El Sistema Sanitario Público tiene buen estado general, aunque el resfriado es evidente.
Llevamos un tiempo insistiendo en el debate sobre nuevas fórmulas de gestión para las organizaciones sanitarias. Ahora tocan las UGC (Unidades de Gestión Clínica)

El ámbito de la salud y la enfermedad siempre ha sido la cosa propia de licenciados, doctores y demás estudiosos de las ciencias médicas, celosos guardianes de su parcela científico-técnica y defensores del principio: la medicina es para los médicos y la gestión para los gestores. Pero hoy día ya no se puede escapar a la influencia de las ciencias económicas que rigen los procesos industriales y sociales, y que han impregnado también el sanitario, que parece resfriado por el contagio y comienza a estornudar. Parece banal que al paciente se le llame cliente, y que a los trabajadores y profesionales se les denomine clientes internos; pero que a las organizaciones sanitarias se les considere unidades de gasto, da que pensar.
Aunque ejercemos de sanitarios, sabemos sumar y no ignoramos que el implacable y constante aumento de los costes sanitarios se ha convertido en un problema indiscutible para la sostenibilidad del sistema sanitario público de calidad que poseemos. Se ha agudizado y puesto de relieve por la crisis económica que padecemos, y materializado en la subsiguiente escasez de recursos por ajustes presupuestarios. Así hemos conocido a la elegante y presumida eficiencia: hacer más y mejor con los recursos disponibles. Los costes generados pasan así a formar parte consustancial de la responsabilidad prescriptora del profesional.
Sin embargo, la eficiencia (que a veces se confunde con BARATO vestido de lagarterana) nunca debe sustituir a una atención de calidad cuyo objetivo es mejorar los niveles de salud de la población y del individuo, base de la existencia del sistema y componente primordial BUENO de nuestra prescripción para el resfriado. Una atención de calidad es la que satisface las necesidades del cliente, rezan los manuales. Por lo tanto, además de la calidad técnica (eficacia, eficiencia) debemos considerar los otros aspectos de la calidad percibida como la accesibilidad, la seguridad del paciente, el trato, la empatía, la transparencia, la satisfacción.
La gestión integral de todas estas actividades debe recaer en las propias organizaciones sanitarias que deben planificar la actividad, diseñar el servicio, ubicar recursos, elaborar los procesos necesarios. También implica medir y evaluar lo que vamos haciendo para saber dónde estamos y dónde queremos llegar, conscientes del reto que supone medir resultados en salud. Implicar a todo el equipo multidisciplinar en las tareas de medición, evaluación y toma de decisiones en los procesos de mejora permanente es el método BONITO participativo. Este proceso organizativo necesita un líder honesto y competente, capaz de motivar y dirigir según la receta tradicional:
BUENO, BONITO y BARATO.
NB: Aviso a privatizadores: El orden de factores, sí altera el producto.

José Mª Casado 9 Diciembre 2013

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