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La utilización en medicina de la inteligencia artificial (IA) no es nueva, ahí están para recordarlo la cirugía robótica o las prótesis de miembros inteligentes; pero ha sido la llegada de Chat-GPT en los últimos meses lo que ha disparado todas las esperanzas (para algunos) y todas las alarmas (para otros). Ciertamente, el futuro, también el de la medicina, ya está aquí.

Para entender el interés que ha despertado el uso de IA en medicina, baste saber que en los últimos años ha habido más inversión en iniciativas en este campo que en la mayoría de áreas de la economía mundial. Y ello es porque se sabe de la eficacia y eficiencia que aporta a la prestación de servicios sanitarios y a su rentabilidad, por supuesto, no sólo en términos de salud. Sin embargo, su utilización a gran escala también plantea interrogantes, y no sólo de tipo económico (su coste será elevado), también de tipo laboral y ético.

 

Es importante, sin embargo, señalar que el futuro de la medicina y nuestra sanidad pública no solo dependerá de la IA, aunque no hay duda de que estará condicionado por ella. Por eso me parece oportuno lanzar algunas reflexiones (apresuradas, insuficientes y, sin duda, deficientemente informadas) sobre la interacción de la IA con la medicina y la sanidad pública. El objetivo es participar en un debate que creo necesario entre los profesionales de base y entre los defensores de la sanidad pública:

  • Actualmente, nuestro sistema sanitario público está debilitado y sometido a múltiples tensiones, con déficits en su estructura, una grave crisis de la Atención Primaria (AP), listas de espera inasumibles, precariedad laboral de los profesionales y con graves amenazas de tipo privatizador. La inversión inicial en IA puede ser un factor aún más debilitador por el coste que tenga o por una posible falta de competencia respecto al sector privado; pero es obligación del Estado procurar la salud de toda la población, y de una forma igualitaria, y por ello es necesario y urgente fortalecer el sistema público con una adecuada financiación, gestión y planificación, para garantizar su futuro y las inversiones que precise.
  • La IA no va a resolver un aspecto clave de nuestra sanidad que es consecuencia del envejecimiento poblacional (en 2030, el 30% de los españoles tendrán más de 65 años), y es el aumento de pacientes con enfermedades crónicas, con frecuencia pluripatológicos. Por ello, es necesario potenciar las áreas del sistema que atienden de forma preferente a estos pacientes: la AP, la Medicina Interna y la atención sociosanitaria. Y, de forma urgente, aumentar el número de profesionales dedicados a los cuidados, especialmente, pero no solo, el de enfermeras. La IA no va a cuidar a nuestros mayores, ni a los sanos ni a los enfermos; para los cuidados se necesitan personas que estén preparadas para ello.
  • Estamos viviendo cambios en la demanda sanitaria de la población, que ahora tiene un mayor conocimiento sobre todo lo referente a la salud y, consecuentemente, un mayor interés en mantenerla. Además, se han medicalizado múltiples aspectos de la vida que antes no se consideraban patológicos. Consecuencia de todo ello es un aumento de la demanda asistencial y la exigencia de una atención inmediata a cargo del sistema. La IA puede ayudar a gestionar esta situación y los cambios que sean consecuencia del incremento de su protagonismo en los centros sanitarios. 
  • Gracias a la IA y los Chat-GPT, se va a producir un cambio significativo en el campo del diagnóstico, diagnóstico diferencial o diagnóstico por la imagen. Aquí la superioridad técnica de la IA sobre el médico puede ser pronto una realidad (antes tendrá que mejorar y eliminar errores). Pero no sólo eso, también su superioridad puede extenderse al terreno de la comunicación y la empatía con el paciente (Ayers JW et al. ‘JAMA Intern Med.’, 2023 Apr.), lo que en parte contradice la esperanza de algunos (Haug CJ, Drazen JM. ‘N Engl J Med.’, 2023 Mar) de que si la máquina nos ayuda a mejorar en los aspectos técnicos se podrá dedicar más tiempo a mejorar la relación médico-paciente.
  • La implementación de la IA en sanidad tendrá efectos de tipo laboral. Es muy posible que se necesiten menos médicos si la IA hace gran parte de su labor o que provoque un cambio significativo en el modo de ejercer el oficio. Desde siempre, la medicina ha sido una profesión atrayente, porque posibilita ayudar al que lo necesita, el enfermo, pero también por el reto intelectual que supone. Reto que puede desaparecer en tareas como el diagnóstico si es la máquina la que resuelve. Esto afectaría principalmente a las especialidades con menor soporte técnico y mayor cercanía al paciente, y quizás también podría influir, de forma negativa, en las vocaciones médicas.
  • El desarrollo de la IA —también el de otros campos de la ciencia, como la genética— puede poner en riesgo derechos fundamentales de los pacientes, el primero, el derecho a la confidencialidad. Por ello, es prioritario proteger y regular de forma adecuada y segura cualquier aspecto ético conflictivo (Federspiel F, et al. ‘BMJ Global Health’, 2023).
  • Finalmente, si, como parece, este futuro es irremediable, habrá que empezar a formar ya en el uso de la IA a estudiantes y profesionales, para que no ocurra con esta revolución lo que ocurrió con alguna de las anteriores.

Aurelio Fuertes Martín

Publicado en Salud a Diario

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