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Un efecto perverso de las medidas del gobierno para la crisis es la deslegitimación social de la función pública. En España ser trabajador público está mal visto y «darle leña» a los funcionarios produce réditos políticos. Países como Francia o Inglaterra tienen un concepto mucho más alto de la cosa pública e, independientemente de que gobiernen derecha o izquierda, defienden la función pública como algo de todos y ser trabajador público es un orgullo. Aquí, izquierda y derecha utilizan a los funcionarios como chivos expiatorios en numerosas ocasiones. 

Por ello no es de extrañar que, cuando se les señala públicamente como sucede ahora, muchas personas piensen que los trabajadores públicos son unos privilegiados, que trabajan poco, ganan mucho y además tienen un trabajo estable. Tampoco es de extrañar que no se hayan levantado voces defendiendo esta labor social.

Hay que decir en voz alta que, desde hace mucho, la función pública (especialmente la sanidad y la educación, pero no solo) funcionan bien gracias a la profesionalidad y dedicación de sus trabajadores y que, desde hace muchos años, se reconoce que están mal pagados (por eso muchos emigran a otros países que valoran mejor su trabajo).

Es cierto que existen trabajadores públicos poco profesionales, pero no en mayor medida que en el sector privado donde, en ocasiones, ser atendido exige un esfuerzo de paciencia por parte del cliente. En todo caso es responsabilidad de los gestores y de los propios políticos hacer que los trabajadores públicos desarrollen bien su función.

Estabilidad en el empleo y salarios dignos para todos (funcionarios y trabajadores del sector privado) parecen ahora una quimera, pero no hace mucho que eran conquistas sociales de todos los trabajadores, públicos y privados. En vez de recortárselos a quienes lo tienen deberíamos luchar por conseguirlos para todos.

Los servicios públicos son un patrimonio de todos. Deslegitimar la función y los servicios públicos es el caldo de cultivo para aquellos que, mediante la privatización de lo público quieren hacer su negocio privado. Hecho de menos alguna frase del gobierno que reconozca la función social de los trabajadores públicos, aunque a continuación nos rebajen el sueldo.

Miguel Barrueco. El Adelanto 29 Mayo 2010

 

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