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¿Cuál es la razón por la que los profesionales sanitarios en general, y los médicos en particular, se sienten maltratados por las administraciones sanitarias, sean del color político que sean?

Viene esta pregunta a cuento de la situación que están atravesando los médicos que han aprobado el examen MIR y que están pendientes de elegir una plaza, que se sienten maltratados por el Ministerio de Sanidad, que ha cambiado el sistema de elección a mitad del partido. Los que podríamos llamar MIR-0 han concitado el apoyo de sindicatos médicos y de la Organización Médica Colegial, organizado numerosas protestas, incluyendo dos manifestaciones en Madrid, y tienen las redes sociales hirviendocontra @CarolinaDarias.

A pesar de ello, la ministra no parece estar dispuesta a rectificar el error que ha cometido su Ministerio. Tal parece que no han querido esperar para que, una vez incorporados a sus puestos de trabajo, comenzasen a notar el ninguneo constante por parte de todas las administraciones sanitarias y hayan querido que vayan aprendiendo lo que les espera una vez se incorporen al sistema.

Los profesionales sanitarios que trabajan en la sanidad pública son los que, durante las pasadas décadas, han llevado al Sistema Nacional de Salud a sus mayores cuotas de calidad asistencial, docente e investigadora y llegaron a situar al SNS como uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, ya que a la calidad de sus servicios, añadió gratuidad, equidad y universalidad, características que se mantuvieron incluso a pesar de los recortes políticos y económicos implementados por políticos y gestores sanitarios, y fue capaz de aunar eficacia, eficiencia y excelencia.

Los profesionales sanitarios acuñaron orgullosos que España tenía el mejor sistema sanitario del mundo, un mantra del que se apropiaron los políticos para, a la vez que segaban la hierba bajo los pies del sistema, recitar en voz alta el mantra, luciendo orgullosos el alto grado de satisfacción de la población (como si fuera mérito de ellos) lo que legitimaba seguir aplicando recortes mientras el sistema no estallase, o mejor aún, hasta que el sistema estallase.

¿Por qué los profesionales sanitarios y los médicos hemos permitido que la situación haya llegado hasta estos extremos? ¿Cómo es posible que profesionales altamente cualificados hayan permitido el maltrato profesional al que han sido y continúan siendo sometidos por políticos y gestores designados por los políticos, con poca o ninguna cualificación? Posiblemente, la situación puede explicarse por tratarse de un colectivo más preocupado por la excelencia asistencial que por sus propios derechos laborales. Un buen ejemplo de esto es que prácticamente la totalidad de los médicos pertenecen a asociaciones científicas y profesionales y, sin embargo, solo una minoría está afiliada a algún sindicato.

Lo cierto es que incluso la gran fuerza social que ha significado la identificación y compromiso de un gran número de profesionales sanitarios con el sistema ha perdido fuerza, incluidos aquellos fuertemente ideologizados y comprometidos con la defensa de la sanidad pública, que han ido perdiendo progresivamente la fuerza con la que reforzaban el sistema sanitario. El reloj biológico ha hecho que una parte importante de ellos, que crecieron profesionalmente a la vez que creció el propio sistema, se han ido jubilando en los últimos años sin ser capaces de transmitir a los médicos jóvenes el compromiso con la sanidad pública, por lo que la mayoría de los nuevos médicos, ante la situación de maltrato profesional en la que se encuentran, incluyen el ejercicio privado o la emigración entre sus prioridades como una forma de mejorar su situación personal, económica y profesional.

Por otra parte, el predominio de las ideas neoliberales y las políticas de derecha subsiguientes –y la miopía de la autodenominada izquierda–, junto a la desmovilización social (a pesar de las mareas blancas), han debilitado también al sistema sanitario público, que se encuentra contra las cuerdas. Incluso una pandemia de la gravedad que estamos viviendo no ha cambiado las políticas de recortes, más allá de las inversiones imprescindibles para hacer frente a la misma, inversiones que, posiblemente, se pretenderán detraer durante los próximos años de los presupuestos sanitarios futuros.

Los profesionales sanitarios tienen otras salidas, como las ya citadas del ejercicio privado o la emigración, pero la población no es consciente de que se juega el futuro de su asistencia sanitaria pública y de que una asistencia de calidad depende de la identificación y del grado de satisfacción de los profesionales sanitarios con el sistema para el que trabajan. Únicamente una entente entre población y profesionales puede frenar el deterioro de la sanidad pública y, en una sociedad desmovilizada, parece difícil de conseguir, por lo que el futuro no parece muy halagüeño. Posiblemente lo aprendamos todos –población, pacientes y profesionales– cuando, al necesitar asistencia médica, junto a la tarjeta sanitaria nos pidan también la de crédito.

Para quienes crean que es una exageración o una visión tremendista del futuro, les invito a repasar los derechos que hace una década les parecían intocables, como ahora les parece la asistencia sanitaria, y que han perdido en los últimos años.

Miguel Barrueco

Publicado en Salud a Diario

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