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El mejor regalo para cualquiera de nosotros lo constituye el reconocimiento por el trabajo bien hecho. Así de satisfechas se sentían nuestras compañeras de la 6ª planta del Hospital Virgen de la Vega la semana pasada cuando me mostraban dos poemas que para ellas habían escrito unos pacientes. ¡Enhorabuena!

Que somos buenas profesionales no cabe duda, que podemos mejorar, tampoco, y a eso voy cuando, una vez más, he de hacer hincapié en una de las cosas en las que debemos poner más atención: EL RUIDO.

Todavía correctamente por parte de la gran mayoría,cuál ha de ser el comportamiento adecuado desde el momento que se accede a un recinto hospitalario, con el agravante de que no parece que distingamos las zonas de mayor permisividad de aquellas otras en las que es necesario controlar la intensidad de los decibelios.

Mantenemos diariamente un nivel de ruido que menoscaba la calidad asistencial. Si no cuidamos algunas de nuestras actuaciones, léase comentarios en pasillos, cambios de turnos bulliciosos, manipulación poco cuidadosa de todo tipo de material, etcétera, poco podremos exigir a los demás, en especial a los acompañantes o visitas. Hay momentos en los que son demasiados, hablan y hablamos excesivamente alto, se perturba al paciente. Nuestros pacientes necesitan quietud, tranquilidad, reposo y espero que coincidamos todos al considerar que el hospital no es el lugar idóneo para tertulias, no, al menos, en las áreas de atención. Lo deseable sería hacer comprender que un solo acompañante por cada paciente es lo más aceptable. No se trata de negar las visitas pero sí de fraccionarlas. Quizás lo consiguiéramos si lo planteamos correctamente, desplegando ese buen hacer que al personal de Enfermería nos caracteriza, con ese código de buenas formas que en ningún caso podemos dejar de lado.

Y siempre, minuto a minuto, exhibiendo e imponiéndonos esas sonrisas que necesitan nuestros pacientes porque lágrimas y preocupaciones sabemos que les sobran.

Clara Argüello. El Adelanto 27 febrero 2010

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