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Hay profesiones que por su naturaleza y por los fines a conseguir, exigen un plus de dedicación, más allá incluso del gusto por el trabajo bien hecho, encuadraríamos aquí a todos y cada uno de los profesionales al cuidado de la salud de las personas, merecedores éstos por tanto, de una estimación y una valoración positiva.

En el sector de la Sanidad Pública se puede afirmar que la mayoría de sus integrantes, en especial aquellos que de una manera u otra tienen contacto con los pacientes, se detecta, no sólo el afán de hacer las cosas bien, sino mucho más que eso, un verdadero compromiso con la persona o personas a quienes atienden, empatizando singularmente, con una situación siempre indeseada. Sólo así se comprende, que se puedan llevar a cabo tareas que muy pocas personas estarían dispuestas a realizar, incluso aún tratándose de la propia familia. Los cuidados que exige la Salud, no pueden ser valorados sólo en términos monetarios, porque además de que sus objetivos no admiten comparación con ningún otro, llevan consigo una vocación, una dedicación o, si se quiere, un amor al prójimo difícilmente evaluable con cosas materiales.

De ahí la importancia de los mensajes que los responsables políticos envían a la ciudadanía. Cuidado con la pedagogía política que degrada la estima de los ciudadanos hacia los profesionales públicos, especialmente hacia los sanitarios; la degradación del profesional sanitario es un daño que revierte y alcanza a todo el entramado del sistema social.

Cuando para justificar una reducción en el gasto, se insinúa que el trabajo que realizan los funcionarios públicos no vale el precio de su salario, que el tiempo de trabajo es comparativamente escaso y otros falaces argumentos, además de que se está siendo radicalmente injusto, se está introduciendo en el ánimo y en la consideración general de la población un menoscabo creciente, primero de su labor e incluso, hasta de su honestidad como personas. Y esto, que es grave en general, en particular para los comprometidos con la Sanidad Pública es casi un delito de lesa ciudadanía.

CLARA ARGÜELLO. El Adelanto 19 Agosto 2012

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