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Nos enfrentamos de nuevo al rebrote de la pandemia de COVID, y son muchas las cosas que han cambiado respecto de la primera. Los profesionales sanitarios están indignados por el comportamiento tanto de los gobernantes como de los gobernados que están dando un espectáculo lamentable.

El sentimiento mayoritario es que la irresponsabilidad manifiesta deunos y otros descarga, otra vez, el peso de la lucha contra la pandemia sobre el personal sanitario, y esta vez no se está dispuesto al mismo nivel de sacrificio que en la ocasiónanterior.

De hecho, en la reorganización de los hospitales para adaptarse denuevo al tsunami de ingresos (la denominada re-escalada), se observa mayoritariamente una importante resistencia aincorporarse a los equipos COVID, y apenas existenvoluntarios para ello, lo que está produciendo verdaderosquebraderos de cabeza a las direcciones de hospitales y centros de salud. En esta ocasión, ya no existe el entusiasmo con el que se luchó contra la primera ola, y ello tiene causas muy claras que trataré de exponer a continuación.

En primer lugar, existe miedo al contagio y a ser responsables del contagio de la propia familia.Los médicos no somos héroes, somos personas con sentimientos, muchas veces encontrados, y que enfrentan la profesionalidad con el sentido de autoprotección. Se puede exigir un comportamiento profesional ético, pero no la inmolación.

En segundo lugar, se están produciendo muchas bajas laborales, bajas que, en la mayoría de las ocasiones, no se cubren, produciendo una sobrecarga añadida a un personal ya muy sobrecargado por sí, antes y durante la pandemia.

En tercer lugar, está muy arraigado el sentimiento de maltrato durante la primera fase de la pandemia. La carencia de material de autoprotección y las durísimas condiciones de trabajo han dejadohuella, especialmente cuando se observa que las condiciones para enfrentarse a la segunda y sucesivas oleadas han mejorado, pero no lo suficiente. Se desconfía de que vuelva a suceder lo mismo.

En cuarto lugar, existe el sentimiento de un agravio comparativo entre distintos grupos de profesionales. En la primera fase, mientras se reducía la actividad de determinados servicios –los quirúrgicos, fundamentalmente, pero no solo–, los profesionales que se quedaban en casa por falta de actividad mantenían íntegras sus remuneraciones, guardias incluidas, y los médicos que atendían la pandemia en primera línea de fuego veían cómo, a pesar de la penosidad del trabajo, no se recompensabael mismo de alguna manera, e incluso en algunos casos perdieron parte de su remuneración habitual y ganaron menos dinero que si no se hubieran integrado en los equipos COVID. El sentimiento de agravio está muy extendido. La posterior compensación se consideró una ofensa por la cuantía de la misma y los conceptos para su distribución.

Buen ejemplo de lo anterior es la negativa de numerosos profesionales con contratos temporales a renovar sus contratos precarios y que, ante las condiciones que se le ofrecen, prefieren buscar nuevos y mejores horizontes.

En quinto lugar, la asistencia especializada es, por definición, una asistencia fragmentada y organizada en servicios, con poca o ninguna sensación global de pertenencia al hospital. Fuera de cada servicio, el resto noexiste o no merece la atención suficiente como para abandonar la asistencia dentro de cada uno de losservicios. Ya no existe una concepción integral del hecho de «ser médico». Esto incluye la necesidad de seguir atendiendo a los pacientes con patologías propias de cada especialidad, que en la anterior ocasión quedaron abandonados a su suerte y que ahora no es posible.

Si a todo esto –y a otras múltiples razones que sería muy prolijo expresar– se añade la insensibilidad e inoportunidad de las autoridades sanitarias, el malestar generado por iniciativas de los gobiernos central y autonómico, como, por ejemplo, el decreto que autoriza a ejercer como especialistas a profesionales no cualificados en el caso del primero –que ha generado respuestas en forma de huelgas(en España no había ninguna huelga médica desde hace 25 años)– o la reciente exigencia de establecer un calendario de consultas hasta mayo de 2021 por parte del segundo, cuando losservicios tienen que anular cada día citas programadas para dedicar a sus miembros a atender la pandemia, el cabreo generalizado está asegurado. Inoportunidad política manifiesta.

Este artículo no pretende ser exhaustivo, solo reflejar la situación del personal médico en particular y del personal sanitario en general. Durante décadas, las sucesivas administraciones sanitarias han abusado de la entrega de los profesionales. Ante la pandemia no han modificado un centímetro su actitud, así que la gota ha colmado el vaso.

 

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