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Es complicado escribir sobre la asistencia sanitaria en zonas rurales, pues la objetividad queda disfrazada frecuentemente por la estrecha relación que tenemos con nuestros pacientes y su entorno.
Partir de la base de que, en nuestra región, la evolución demográfica marca el futuro de nuestros pueblos con una imparable disminución censal, un envejecimiento progresivo y una falta de expectativas de desarrollo, debería ensombrecer la percepción que tenemos sobre nuestras actuaciones. Es en estos momentos cuando debe dar una respuesta el sistema sanitario adecuada a la situación , sin atender exclusivamente a parámetros economicistas – que no están reñidos con una buena gestión- sino valorar actuaciones político-administrativas que palien deficiencias y dignifiquen la atención en zonas de por sí poco reivindicativas.
La cercanía crea una accesibilidad y a su vez genera confianza hacia el médico al convertirlo en un observador socio-sanitario privilegiado de los problemas de sus pacientes, hecho difícilmente igualable en otros medios.
La entrada al sistema sanitario es un elemento clave para el funcionamiento del mismo. Las actuaciones dirigidas a informar y canalizar, aparte de las preventivas y asistenciales, ocupan gran parte de la actividad de los profesionales de atención primaria en las zonas rurales; esto tiene el riesgo de que se nos considere también responsables de las deficiencias organizativas del sistema. Evidentemente, hay tareas que no son estrictamente asistenciales y se realizan porque se aplican criterios de racionalidad en ese entorno, que no se entendería en otro ámbito poblacional; en el fondo, donde repercute es en la mejora de la atención a nuestros pacientes; por ello se debería poner una «especial atención»a la problemática rural si queremos dar equidad.

No solo se deben dar respuestas adecuadas a las justas demandas profesionales, a enumerar: ridícula valoración del kilometraje, apoyo logístico en guardias(somos especialistas en fiambreras), descansos postguardias, sueldos congelados……sino en crear infraestructuras sanitarias; aún en nuestra provincia hay consultorios deficitarios con dotaciones inadecuadas y cuyo mantenimiento depende en gran parte del interés o la salud de los presupuestos municipales.
La comunicación con la atención especializada debería ser fluida y no en base a oleadas como ocurre actualmente, cuanto más lejos se está del hospital más se cuida la necesidad de derivar a los enfermos y por supuesto estos no son los responsables de la saturación de las urgencias hospitalarias.
El desarrollo de la formación con un buen equipamiento evitaría que se abriera la brecha en cuanto a calidad entre los distintos equipos de atención primaria.
Potenciar la asistencia socio-sanitaria es una prioridad pues coloniza cada vez mas nuestro tiempo y no siempre disponemos de respuesta satisfactorias.
Parte fundamental de la atención primaria es la educación sanitaria, olvidada en esta sociedad de soluciones rápidas y oscurecida su importancia por la labor asistencial. No se debe desaprovechar la cercanía para enseñar y convencer en hábitos saludables , la enfermería tiene mucho que decir y desarrollar, si les dejamos.
Estar lejos no significa necesariamente estar peor. La igualdad en servicios, al margen de la rentabilidad, únicamente la puede garantizar un sistema público de salud, como el que disfrutamos y a veces sufrimos. Esa universalidad, si se rompe, donde haría mas daño, sería en nuestras zonas mas desprotegidas: las rurales, que por otra parte casi todos admiramos.
Pues eso, de pueblo….y a mucha honra.

 

Antonio Julián Martín.

Publicado en «El Adelanto», 9 mayo 2004

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