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Parece ser que el médico volverá a prescribir generalmente como aprendió en los libros de farmacología: por principio activo; esto es, por el fármaco que contienen los medicamentos y la forma en que se desean administrar. Organizaciones científicas, colegios médicos, autoridades sanitarias y asociaciones de pacientes se han pronunciado sobre la bondad de esta medida y sobre la necesidad de su regulación, aunque se alimenten recelos al venir de la mano de la crisis económica y de la necesidad de ahorro en el gasto público.

Esta iniciativa, como cualquier otra, tiene efectos beneficiosos, pero también alguno perverso. Sin hablar directamente de los aspectos económicos y sin intentar abarcar sus múltiples facetas, hablaré de dos de ellos menos citados en la abundante información que cubre esta propuesta.

Una consecuencia, en opinión, favorable es que evitará las potenciales suspicacias que podrían producir los incentivos al ahorro que proporcionan las empresas, también las sanitarias, a los profesionales. La confianza es uno de los principales activos terapéuticos del médico y todo lo que la menoscabe actúa en detrimento del paciente. Está bien que el médico se atenga a lo que debe saber de la eficacia y seguridad de los fármacos y que sea el Estado, mediante sus sistemas de regulación y control quien vele para que la calidad de los medicamentos sea óptima. De modo que el paciente acudirá con su receta a la farmacia y será el farmacéutico quien le proporcione una de las marcas que cumplan los requisitos de principio activo, forma y dosificación prescritos. Este es un potencial problema. Muchos pacientes identifican su medicación por el envase, diseñados para diferenciarse, o la forma y color de los comprimidos. Si estos aspectos morfológicos son modificados frecuentemente, con toda seguridad -existen estudios que lo corroboran- se producirán errores en la medicación.

Es imprescindible, por tanto, regular a la vez que la prescripción por principio activo, un sistema de garantías para evitar este riesgo

Jose Manuel Iglesias. El Adelanto 17 Febrero 2011

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