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Cuatrocientas sedaciones terminales, no cuatrocientos homicidios, ni sedaciones irregulares, ni mala práctica médica, se realizaron en el Hospital Severo Ochoa de Leganés, así lo considera el auto de la Audiencia Provincial de Madrid, contra el que no cabe recurso y que ordena «tener por suprimida toda mención… a la mala práctica médica». Cuatrocientos pacientes que sufrían tremendamente y cuya muerte estaba próxima tuvieron la suerte de ser atendidos por unos médicos responsables, competentes, humanitarios, y pasaron estos últimos momentos aliviados de sufrimientos innecesarios. Otros muchos, después de la denuncia anónima a la que dio pábulo el entonces consejero de Sanidad de Madrid, señor Lamela,  no han tenido esa suerte y han sufrido una dolorosa agonía. Muchos médicos, por temor a ser denunciados, se han retraído de aplicar a sus enfermos la sedación terminal, una técnica perfectamente legal, admitida ¡hasta por la Iglesia!
Pero, además, el daño hecho a la Sanidad Pública, en un momento en que se privatizaba un gran hospital de Madrid y se iniciaba la construcción de otros ocho con gestión privada, supuso un desprestigio de lo público que parecía llegar en el momento apropiado. Como apropiado parecía también el momento para agitar el tema de la eutanasia, cuando el debate estaba calando en la sociedad y las encuestas decían que la gente estaba claramente a favor.
Ahora debe repararse el daño causado, pensando principalmente en los pacientes y sus familiares que lo que quieren es lo que todos querríamos para nosotros mismos: morir dignamente, en paz, sin dolor. Los responsables políticos (Lamela, Aguirre), el Colegio de Médicos de Madrid, totalmente desprestigiado al resultar, según el auto, «sumamente controvertidas» las conclusiones del comité que nombró para estudiar el caso, los medios de comunicación que difundieron con saña todas estas infamias (El Mundo, COPE), todos, deben pedir perdón a los familiares de los pacientes que murieron con dolor, rectificar y restituir en sus puestos y en su honor a unos magníficos profesionales tan injustamente tratados.

 

José Luis Garavís.

Publicado en «El Adelanto», 2 Febrero 2008

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