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Tradicionalmente la medicina ha sido una profesión liberal en la cual la relación médico-paciente tenía carácter privado, y era el propio médico el que decidía en gran medida en qué condiciones tenía lugar dicha relación.

Así ha sido el ejercicio médico durante siglos. Este tipo de ejercicio profesional hace ya décadas que cambió en base a dos premisas que han modificado la práctica de la medicina.

La primera es estrictamente científica y de desarrollo. La complejidad de la atención sanitaria hace prácticamente imposible que un problema de salud grave sea resuelto de forma aislada por un único médico, y el ejercicio de la medicina se ha transformado en un trabajo de equipo del que forman parte otros profesionales, como enfermería, por ejemplo; por otra parte, los avances tecnológicos y el elevado coste de numerosas pruebas diagnósticas, así como los tratamientos, hacen imposible el ejercicio individualizado y liberal de la medicina.

La segunda es el tipo de organización de la asistencia sanitaria, en la cual el médico ha perdido su protagonismo, ya que quien determina la forma de prestación de los servicios sanitarios son organizaciones públicas (el SNS) o sociedades privadas (empresas o mutuas) capaces de aportar una organización y afrontar los costes elevados que supone. Tanto en una como en otra el médico ha pasado a ser un asalariado y, en muchas ocasiones, pluriempleado.

Este gran cambio aún no ha sido completamente asumido por los médicos y, por ello, persisten organizaciones más propias del ejercicio liberal, como han sido tradicionalmente los colegios de médicos (a los que es obligatorio estar afiliado) y, en cambio, existe muy poca afiliación, y aún menos participación, en formas de defensa propias de los asalariados, como son los sindicatos.

Este proceso de cambio ha sumido a los médicos en una contradicción entre su ideología, mayoritariamente liberal, y la necesidad de defender sus condiciones de ejercicio profesional. De forma mayoritaria, los llamados sindicatos de clase (CCOO y UGT) no han sido capaces de atraer a los médicos, porque su forma de entender la defensa de las condiciones de trabajo de los sanitarios se ha basado, en gran medida, en explotar las diferencias y supuestos agravios entre el resto de los estamentos (a los que pertenecen la mayoría de sus afiliados) y los médicos.

Tampoco los sindicatos específicamente médicos (CESM, por ejemplo) han conseguido una penetración importante, consiguiendo en gran medida, eso sí, ser interlocutores ante la administración y quienes mejor defienden sus intereses ante la propia administración y, en numerosas ocasiones, en los juzgados. Por ello, en los últimos años han surgido movimientos de corte más horizontal, como AmYTS, que es el líder sindical indiscutible de los actuales conflictos en la Comunidad de Madrid y un buen ejemplo de una forma de ejercicio sindical en la que los propios médicos tienen mayor participación en la toma de decisiones y, por ello, se sienten más y mejor representados.

Nunca los médicos han sido un colectivo con intereses comunes y, sin embargo, la percepción por la población ha sido exactamente la contraria, considerándoles un colectivo monolítico y corporativo por encima de todo, pareciendo que defendieran posiciones de clase y privilegios profesionales; y posiblemente en alguna medida haya sido así durante muchos años, pero el cambio del modelo asistencial, las políticas de recortes sanitarios, el desprecio y la agresividad de políticos como el señor Alfonso Guerra González hace muchos años (“no descansaré hasta ver a los médicos en alpargatas”) y la señora Isabel Díaz Ayuso actualmente, han acabado con la ilusión de considerarse aún clase media.

Su reivindicación de respeto, de un trato profesional adecuado y de que se les dote de los recursos humanos y técnicos necesarios para ofrecer un servicio de calidad les acerca a la mayoría de la población, que es la usuaria de los servicios del Sistema Nacional de Salud y la que percibe el deterioro asistencial. Esto es lo que ha sucedido en los conflictos sanitarios que asolan al Servicio de Salud de Madrid y que posiblemente afectarán a otros servicios de salud autonómicos en un futuro próximo si no aprenden la lección de lo acaecido en Madrid.

Las próximas semanas o meses determinarán en qué medida esta asociación entre médicos, profesionales sanitarios y pacientes, puesta de manifiesto en la manifestación del pasado día 13 de noviembre en Madrid, se mantendrá en el tiempo y si será capaz de quebrar la determinación política de privatizar el Sistema Nacional de Salud, que es el mantra neoliberal dominante en la clase política española.

Miguel Barrueco

Publicado en Salud a Diario

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