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En atención sanitaria con frecuencia se confunden términos como efectividad (mejorar la salud) con eficiencia (¿a qué precio?); o la competencia profesional (correcto diagnóstico y tratamiento) con satisfacción del paciente. La calidad asistencial es percibida de distinta forma por los sectores implicados:

Para los profesionales predomina la correcta actuación técnica al restaurar la salud mediante un exacto diagnóstico y acertado tratamiento, olvidando frecuentemente aspectos como expectativa de vida o confort del paciente. Para la administración, con recursos limitados y menos interés en el acierto diagnóstico, prima la relación coste beneficio, restaurar la salud pero no a cualquier precio. Los pacientes perciben la buena hostelería y la buena relación con médico y enfermera, encubriéndose los resultados al asumir generalmente un adecuado diagnóstico y tratamiento, sin valorar su coste (la salud no tiene precio).

Un control de calidad que evalúe conjuntamente estas 3 percepciones de la actuación sanitaria es imprescindible. ¿Cómo transformar en datos medibles esta actividad? ¿cómo asegurar la máxima calidad? ¿Quien debe hacerlo?. Existen conocimientos, programas y leyes suficientes para ello pero la administración y tal vez ahora menos que nunca, sigue sin interesarse manifiestamente por el tema, posiblemente para no sacar a la luz problemas que no le benefician al evaluar a su manera los resultados.

Hay motivos para implantar este control de calidad, éticos (la mejor asistencia posible), de eficiencia (recursos disponibles más adecuados) y de seguridad (por la creciente complejidad técnica). A pesar de ello, sigue siendo la gran olvidada y, más teniendo en cuenta que el objetivo es valorar la salud.

Maximiliano Diego

Publicado en «El Adelanto», 27 Mayo de 2000

 

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