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Desde hace unos años, para publicar cualquier artículo en una revista científica, también las médicas, hay que señalar si los autores tienen conflicto de intereses, de esta forma el lector crítico puede conocer si al autor del artículo le pueden mover intereses espurios que modularían la veracidad de los resultados. Es un paso adelante, aunque el problema no esté totalmente resuelto.
En la práctica habitual, el médico se tiene que enfrentar también a otros conflictos de intereses, el primero es que en la relación con sus pacientes prime, por encima de los intereses del propio facultativo, el bienestar del enfermo (principio de altruismo), que es la base del profesionalismo y de la confianza en la relación entre ambas partes, aunque ello signifique para el médico obtener menos beneficios monetarios o profesionales o signifique tener que enfrentarse a sus propios compañeros, a sus jefes o a la Administración.
Hay otros conflictos, así el conflicto de lealtades entre lo individual y lo social que tiene que ver con las dificultades de gestionar el exceso de posibilidades (todas las que están a nuestro alcance hoy en día con la tecnología) para el diagnóstico y tratamiento de un paciente determinado y la falta de recursos del sistema, que son por definición finitos. A veces se puede confundir satisfacer las necesidades de los pacientes con satisfacer sus deseos y otras veces el exceso en el uso de la tecnología tiene mucho que ver con nuestro deslumbramiento ante la misma. En ese sentido estará siempre bien anteponer el “high touch” al “high tech” de los anglosajones, la proximidad en el contacto con el paciente frente a la tecnología de alto impacto. Seguro que si en esta disyuntiva prima lo primero todos saldremos ganando, por supuesto el paciente, pero también el médico y la sociedad.

Aurelio Fuertes Martín

Publicado en Salud a Diario

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