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Son malos tiempos para lo público por culpa de lo privado: sanidad y banca son paradigmas para la reflexión.

Los bancos han sido el ejemplo del triunfo social: trabajar en un banco daba prestigio y seguridad. Ahora un trabajador de la banca, potencial parado, es casi un estigmatizado social. Mientras los gestores de los bancos culpables del desastre reciben sabrosas canonjías, muchos trabajadores van a la calle y los clientes ven disminuir su patrimonio (incluyendo los planes de pensiones privados) amasado con el trabajo de toda una vida. La gestión privada de los bancos ha sido un desatino que pagamos todos: disparate privado y rescate público.

 

La sanidad pública funciona muy bien pero no genera negocio. Los médicos son los profesionales mejor valorados y la asistencia sanitaria está muy bien considerada. Como no pueden convencer a nadie de que funciona mal nos quieren hacer creer que es insostenible: buena, pero insostenible, por lo que es necesario introducir la gestión privada. Los mismos que la han gestionado durante todos estos años, sin hacer la mínima autocrítica por su gestión, proponen ahora la gestión privada como la panacea de todos los males. Si está mal gestionada deberían irse a su casa puesto que son ellos los que la han gestionado. El trasvase de directivos de la sanidad pública a la privada y viceversa les asegura el futuro.

La sanidad española es de las mejores del mundo y de las más baratas, desde luego mucho más que la de países donde predominan los modelos mixtos y privados. Los hospitales públicos españoles con gestión privada no han demostrado con datos ser más baratos y hay sospechas para creer que son menos eficaces (desvían las patologías costosas a los hospitales públicos) y además menos eficientes (más caros).

No hay evidencias para afirmar que la gestión privada es mejor que la pública y de ello son buen ejemplo los bancos. El interés de la empresa sanitaria privada no es producir salud, es ganar dinero. El interés de los ciudadanos es que la sanidad produzca salud no que engorde la cuenta de resultados de las empresas.

 

Miguel Barrueco. El Adelanto 9 Diciembre 2012

 

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