Asociación para la defensa de la sanidad pública

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Si hay algo cierto en este confuso y poliédrico asunto de la crisis económica es que las balas tiran a dar sobre los servicios públicos; que los fondos destinados a la construcción de una sociedad más igualitaria se verán menguados y que el «sálvese quien pueda» se instaurará como lema reinante indiscutible.
De entre los muchos recortes posibles en los gastos del estado, las declaraciones políticas no acentúan la mejora de la eficiencia fiscal, o en restringir el riesgo moral de los ciudadanos que no se ven expuestos a las consecuencias de sus acciones, o en incrementar la transparencia de cuanto tiene que ver con los gastos públicos; poco se ha informado del último informe de Transparencia Internacional, publicado este mismo mes: España ha pasado, del puesto número 23 en el año 2005 al puesto número 31 en la actualidad, por detrás de casi todos los países europeos con los que desearíamos compararnos. Sin embargo no hay momento del día que no oigamos algo sobre la sanidad pública o la educación pública.

De la sanidad pública, que es a lo que se refiere esta columna, es evidente que puede mejorar su eficiencia pero esta es una consideración engañosa. Comparada en términos absolutos es muy cierto, pero comparada con la eficiencia de otros servicios públicos: ¿lo es tanto?. Debemos acordarnos que tan servicio publico es SACyL como, las Cortes de Castilla y León o la Agencia de Inversiones y Servicios, considerando en este saco diputaciones provinciales, ayuntamientos y el largo etcétera de cuanto tiene que ver con la gestión pública. Así que cargar la artillería contra unos y no contra otros me produce como ciudadano -qué querrá decir esta palabra en estos tiempos- cierta disonancia cognitiva. Puestos a adelgazar, me resultaría más creíble una dieta equilibrada, donde se restringieran todos los alimentos, empezando por los de menor eficiencia para el mantenimiento del ser vivo social, porque si empezamos a restringir las proteínas, los elementos fundamentales de éste cuerpo, la emaciación está garantizada.

José Manuel Iglesias. el Adelanto 10 Diciembre 2011

 

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