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El asma y la diabetes tienen común que son enfermedades crónicas y que requieren una participación activa del enfermo para conseguir un control eficaz. Ambos pacientes se benefician de utilizar artilugios que le sirven para conocer su estado y actuar en consecuencia, lo que evita complicaciones graves, descompensaciones agudas, ingresos e incluso la muerte. En el caso del diabético se trata de un medidor de glucemia que precisa unas tiras reactivas de elevado coste, en el asmático es un medidor de flujo aéreo que sólo precisa la fuerza del soplo del paciente.

Afortunadamente, todos los diabéticos tienen acceso gratuito al medidor y sus tiras. Los laboratorios farmacéuticos se encargaron de dar a conocer, propiciar y extender el uso de algo que ayuda al paciente y da buenos beneficios al que lo vende (son empresa y están para conseguir beneficios, no tienen porqué actuar por altruismo).

El medidor de flujo de los asmáticos no consume nada y a nadie parece haberle interesado mucho que se enseñe y se implante y se de gratuitamente al 100% de los pacientes en los que tiene indicación, puesto que no da beneficios económicos. El estudio AIRE que se hizo en Europa dice que en España solo un 22% de los asmáticos tiene uno, de ellos solo un 7% lo usa, a veces. Un 2% más, ha oído hablar de ello alguna vez, el resto, un 76%, ni siquiera han oído hablar de tal asunto.

El sistema de salud debe encargarse de mejorar esta situación, pagar y difundir el uso de los medidores de flujo entre los asmáticos que lo necesiten. Para estos fines, pagamos los impuestos con mucho gusto.

Concha Ledesma. El Adelanto 7 Junio 2003

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