El aislamiento social y la soledad son riesgos de salud pública graves pero subestimados, que afectan a una parte importante de la población de adultos mayores. Soledad significa sentirse solo, independientemente de la cantidad de contactos sociales mientras que el aislamiento social es la falta de conexiones sociales. La soledad mata: un estudio reciente de la universidad de Glasgow revela que las personas que viven solas tienen un riesgo de muerte de un 39% mayor. Vivir sin compañía a edades avanzadas está asociado con un mayor aislamiento social y riesgo de enfermedades, así como menores niveles de bienestar psicológico, satisfacción personal y calidad de vida percibida.
Según datos del INE en España, casi 1,5 millones de mujeres mayores de 65 años viven solas frente a 600,000 hombres. Por otro lado, el 28% de los mayores de 65 años tiene alguna enfermedad crónica. Lo cual supondría que unas 450.000 mujeres con al menos una enfermedad crónica viven solas. Las mujeres más vulnerables cumplirían el siguiente perfil: mayores de 80 años, con ingresos y nivel de estudios bajos, con pluripatología y con barreras de comunicación con sus profesionales sanitarios que limitan su auto cuidado. Todo ello provoca una menor asistencia a consultas médicas, dificultades para acceder a recursos sociales y menos ayuda de su entorno familiar y profesional, aun necesitándola.
El sistema sociosanitario debe implementar medidas que ayuden a identificar a mujeres que cumplan este perfil de riesgo. La siguiente cuestión es cómo hacer visible al sistema sanitario la invisibilidad de estas mujeres. Se trata de una cuestión multidisciplinar en la que deben intervenir los servicios sociales, los médicos de atención primaria y hospitalarios, especialmente internistas.
Gloria Alonso