Alguien dijo que una sanidad solo para pobres acaba siendo una pobre sanidad. No es así nuestra sanidad pública; pero estamos en un momento en que hay fuertes tendencias (económicas e ideológicas) que nos quieren arrastrar a una dualidad en el modelo, un sistema privado para quien pueda pagarlo y otro público para el que no disponga de esos recursos, una especie de beneficencia. La tendencia puede parecer imperceptible y sin embargo es muy peligrosa.
Las largas listas de espera pueden ser las culpables.
A modo de ejemplo la huída, al menos parcial, que se está produciendo del sistema sanitario público por parte de un determinado sector de la población, aquél que disfruta de ingresos medios o altos, educación superior y edad media. Este hecho se manifiesta en un incremento importante del aseguramiento privado. La causa principal de ello parece estar en las inaceptables listas de espera del sistema público. De este modo se hace evidente que estas demoras no son solo un problema cuantitativo, también lo es cualitativo, teniendo en cuenta que los “huidos” del sistema constituyen un grupo de población con una gran potencialidad para denunciar lo que no funciona en la sanidad pública y exigir su mejora. Se trata de un sector poblacional con gran cercanía a los medios de comunicación y a los poderes públicos.
Consecuencias sobre la asistencia en urgencias.
Las listas de espera inadecuadas constituyen un grave obstáculo para la legitimación de la sanidad pública y es fuente de importantes problemas. El primero y más importante es el retraso en la atención de los pacientes, lo que puede poner en riesgo su estado de salud; promueven además una perversión del funcionamiento normal del sistema, con un incremento sustancial de las Urgencias, obligadas a desarrollar tareas que deberían realizarse en otros niveles asistenciales; y aumentan el gasto sanitario, al tener que tratar patologías más evolucionadas y presumiblemente más complejas. Pues bien, por si fuera poco, ahora sabemos que también promueven la huida de ciudadanos de la sanidad pública que aportan un plus a ésta.
Buscar soluciones.
El sistema no puede soportar esta situación. Habrá que aumentar recursos, materiales y humanos, mejorar la organización de los servicios y su eficiencia y hacer más consistentes y fluidas las relaciones entre niveles asistenciales y de éstos con el nivel sociosanitario. Es responsabilidad de las Administraciones Públicas, empezando por las Autonómicas, resolver la situación.
El problema de las mutualidades.
Pero el problema no es solo de huída de las clases medias acomodadas y más instruidas, también lo es la falta de acogida en el sistema público de un sector de las mismas. Ocurre al facilitar que puedan ser atendidas medicamente por entidades privadas en lugar de hacerlo por el sistema público. Es lo que ocurre con Muface (Mutualidad General de Funcionarios Civiles del Estado) y otras mutualidades afines, nacidas en el ya lejano 1975. A estas alturas es evidente que estas mutualidades constituyen un sistema insolidario, que no existe en países de nuestro entorno y que favorece solo a las empresas del sector sanitario privado. Un reciente informe de la Airef (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) detallaba además como la mayoría de casos graves atendidos por las aseguradoras privadas de Muface acaban siendo tratados en la sanidad pública; que estas compañías utilizan medicamentos más caros y que los pacientes “privados” de Muface van más al médico y se someten a más pruebas diagnósticas.
La solución que ha dado el Gobierno, en concreto el Ministerio para la Transformación Digital y de la Función Pública, a la reciente crisis del sector es incomprensible, al incrementar de forma escandalosa la aportación económica a las aseguradoras privadas para no romper el sistema. Se puede aceptar que un final brusco de este tipo de asistencia podría haber creado problemas a algunos de sus usuarios y quizás al sobrecargado sistema público que tendría que recibirlos, pero era el momento de poner las bases para su disolución y poner fecha a la misma. Se ha hecho justo lo contrario y alguien tendría que explicar los motivos.
Aurelio Fuertes