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Algo que valoro especialmente al escribir estos artículos de opinión sobre la sanidad pública es que me permite reflexionar sobre el porqué de las cosas. Más allá de lo aparente. Más allá de lo evidente. Más allá de las preconfiguraciones ideológicas.

Uno de los elementos sustanciales de la defensa de un sistema público de salud es ideológico, evidentemente. Pero hay más: el sustento y garantía de un sistema de salud que proteja a todos los ciudadanos como una cuestión innata a la justicia social, el reequilibrio de desigualdades, la armonía de la sociedad, la asunción de los principios que originan nuestros valores occidentales modernos y que no solo sostienen la justicia social, sino que también la dotan de solidez, eliminando las principales incertidumbres en la vida de las personas y minimizando el riesgo de convulsiones sociales severas.

La sociedad civil tiene elementos de conformación de opinión, de formación de expectativas y deseos que la hacen ir muy por delante de los partidos políticos y, por supuesto, de los legisladores.

De otra parte, las sociedades occidentales modernas son enormemente complejas, superando de facto el magro análisis de conservadurismo-progresismo. El entreveramiento de intereses de las personas hace que las ideas-fuerza se entremezclen hasta tal punto que, en muchos aspectos, podrían parecer contradictorias. Si este hecho lo extendemos a grupos de opinión, a colectivos de ciudadanos de cualquier índole, nos ayudará a calibrar lo complejo de la estructura de pensamiento y de intereses de nuestra sociedad.

Es cierto que existen colectivos, en un razonable ocaso, que mantienen una estructura ideológica radical, donde su mera expresión anula cualquier otro tipo de análisis y, por ende, materializan sus principios como brújula ante toda situación.

Ambas posiciones son respetables, naturalmente, pero la evolución social muestra cada día más que la complejidad, fruto de la pluralidad de posturas e intereses prácticos, se va imponiendo en nuestras sociedades. Ciertamente con una ética cambiante, muy cambiante, a veces con una velocidad sorprendente. Pero este es nuestro entorno.

Para ser coherente con la idea de esta complejidad en el marco de la sanidad pública, o bien contemplamos esta diversidad o será difícil llegar a buen puerto.

Causas del deterioro de la sanidad pública

Deslizándonos hacia aspectos menos conceptuales y más –digamos– pragmáticos, adentrarnos en el análisis de cómo está la sanidad pública, cuáles son las causas del deterioro explosivo del SNS tras la pandemia de la covid y sus soluciones, nos conducirá a una frondosa producción de estudios: desde los Informes anuales del SNS del Ministerio de Sanidad hasta las Conclusiones para la reconstrucción económica y social del Congreso de los Diputados, o el extenso Informe sobre el sistema sanitario: situación actual y perspectivas de futuro del Consejo Económico y Social, por citar algunos.

Me quiero quedar, sin embargo, con un informe más modesto y que pasó –como tantos– desapercibido cuando se emitió: la Declaración sobre ética y responsabilidad en la sostenibilidad en el SNS que realizó la Red de Consejos, Comisiones y Comités Autonómicos de Bioética y el Comité de Bioética de España.

Más allá de lugares comunes del análisis de los problemas del SNS, como los que valoran que su deterioro viene tan solo de su déficit de financiación y de la escasez de profesionales, conviene contemplar aspectos más cotidianos y a los que se presta, quizás, una atención somera. Se corre el riesgo de errar en caso de no hacerlo.

Esta Declaración de los Comités de Bioética, realizada cuatro años antes de la pandemia, apuntaba aspectos que, creo, siguen estando vigentes:

  • Profesionalización de la gestión, con rendición de cuentas y transparencia en los presupuestos.
  • Formación de los ciudadanos y profesionales en el uso adecuado de los recursos, siempre limitados, aun en tiempos de bonanza.
  • Participación de los proveedores (fármacos e industria sanitaria) en un pacto de sostenibilidad, con transparencia en la gestión comercial y orientando la investigación a las necesidades reales.
  • Orientación veraz de la información y publicidad de los medios, ya que la salud, convertida en parte en un bien de consumo, tiende a que los intereses comerciales tergiversen o sesguen esta información.
  • Resolución de las desigualdades injustificadas de prestaciones sanitarias entre comunidades. Es precisa una reforma del Consejo Interterritorial, desde donde debe coordinarse el sistema y no dirimirse contiendas en función del signo político; de lo contrario, la frágil arquitectura del SNS puede verse desbordada.

No se puede seguir tratando a los ciudadanos desde el paternalismo. La demagogia que quiere evitar fugas de votos hablando tan solo de derechos únicamente conduce a que los más fuertes refuercen su ventaja sobre los más frágiles en un sistema sanitario en declive.

La orfandad de liderazgo para reconstruir el SNS solo profundizará su desestabilización.

De estas dos líneas argumentales deriva el título del artículo: la sanidad pública ha de ser cosa de todos, por la complejidad de los grupos sociales y porque, sin la participación responsable de todos los agentes que intervienen en ella, el sostenimiento a medio plazo del SNS será difícilmente viable.

Miguel González Hierro

Publicado en Salud a diario

 
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